Desde un lado se perciben mejor las cosas. Mirar las fiestas tradicionales a través de la cámara es una forma de participar entre bambalinas, sin buscar protagonismo.  Me gusta observar a los que desfilan, bailan y actúan para su propio disfrute. Es un reto poder capturar el bullicio, la música, los olores de la comida callejera, la alegría en las caras, el brillo de los ojos. La gente se entrega con pasión a rituales antiguos que trascienden la mera diversión.

Las Fallas de Valencia destruyen con el fuego purificador lo viejo, lo que ya no sirve para el siguiente ciclo. La Semana Santa y la Pascua, con su doble vertiente de muerte y resurrección, son para mi otro ejemplo de ritual de renovación. Los Carnavales apuran la alegría de lo carnal ante el presagio de la penitencia. Hay componentes eternos de las fiestas, desde el principio de la Humanidad: la música, el baile, la comida, los disfraces, los desfiles callejeros, el roce de los cuerpos desinhibidos y tolerantes.

Las fiestas tradicionales son también un regreso a la infancia y una repetición del ciclo anual, que a través de las estaciones  nos lleva a celebrar las diferentes etapas de la vida.

2 comentarios

  1. Lola excelente por esta nueva estrategia a darse a conocer en los nuevos momentos sociales para disfrutar de las novedades fotográficas ,Ánimo y adelante.

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