Algunas veces pienso que el Sol pasa la noche corriendo para volver a salir por el otro lado de La Albufera. No hay dos momentos iguales sobre la laguna. El ciclo del cultivo del arroz, la migración de las aves, la temporada de pesca, la veda de caza, o los meses de navegación a vela latina son momentos que prestan al sol infinitas ocasiones para lucir colores, reflejos, brillos, matices de luz que pasan por toda la gama de contrastes. Este es el paisaje de mi tierra, de mi país y de mi alma. Es el amarre de mis raices. En cada época de mi vida, en cada estación del año, a cada hora del día, los paseos entre los campos y los canales de La Albufera son la fuente de calma y de energía para seguir buscando. Para seguir viviendo.